viernes, 6 de noviembre de 2009

Segundo mensaje sobre la defensa de la vida humana del administrador apostólico, Monseñor Ignacio Gómez Aristizábal


DEFENDAMOS LA VIDA HUMANA


En las calles de Barrancabermeja ha circulado un pasquín detestable en el que se anuncia en estos días una ‘limpieza social’, eliminando personas que se consideran perjudiciales a la sociedad.

Ello amerita una reflexión que nos sitúe frente a este lamentable hecho. El quinto mandamiento de la ley de Dios prohíbe el asesinato con una extensión universal: “No matarás”.

Esto quiere decir que ningún ser humano es dueño de su propia vida y mucho menos de la vida de los demás. Esto quiere decir que nadie puede tomar determinaciones, en orden a eliminarse a sí mismo o eliminar a los demás. Es necesario afirmar enfática y contundentemente que el único dueño de la vida es el Dios Creador de la vida.

Por otra parte, si llegara a ser norma o ley de la sociedad que cualquiera pudiese disponer de la vida de los demás; si yo pudiese disponer de la vida de los demás; cualquiera persona dispusiera de mi propia vida, estaríamos ante la ley del monte; no habría seguridad garantizada para nadie y nos alejaríamos de la cultura humanista, que hoy, sumándonos a los que nos han antecedido en el ejercicio de la vida, tratamos de construir.

Por otra parte, si seguimos la lógica de los autores del pasquín, como todos, absolutamente todos, hemos sido ofensores de la sociedad, todos tendríamos que ser eliminados.

Otra es la lógica de Dios manifestada en Jesucristo: ante una muchedumbre que presenta a una mujer sorprendida en adulterio para ser apedreada, siguiendo la ley, Jesús responde: “El que esté sin pecado arroje la primera piedra”.

Con la misma lógica de Jesús hemos de decir que todos hemos sido ofensores de la sociedad por lo menos en algún momento. Asimismo, Jesús afirma que Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.

Para buscar solución al crimen al que estamos haciendo referencia, a la Iglesia y a la sociedad, corresponde principalmente la persuasión, y al Estado la constricción.

Por tanto, hago un llamado a los autores intelectuales del panfleto para que reflexionen sobre el inmenso crimen que cometerían quitando la vida humana, porque las personas aún las más envilecidas a los ojos del mundo, son preciosas ante los ojos de Dios Padre, que espera una conversión.

Barrancabermeja, 30 de octubre de 2009